lunes, 26 de enero de 2015

El cuarto rosa...



  






La muerte danza en México
creada a partir de la unión de las cosmovisiones mesoamericanas y las creencias cristianas introducidas por los españoles, la tradición de la muerte en México se consolida como un sincretismo religioso en el que los juegos, ritos y danzas se arraigan. La muerte se expresa en las festividades con mayor relevancia del año: Carnaval, Semana Santa y Día de muertos, fechas que se basan en el calendario astronómico prehispánico y que representan una celebración comunal.

Las danzas se entienden a partir de ciclos de purificación, de mímesis y de mediación, en las que el ciclo ritual-ancestral llega a su cierre. El humano adopta un nuevo personaje, y can él, una nueva responsabilidad al portar la máscara. Todo va al compás de una solemne actividad de metamorfosis. El carbón, el achiote el colorín y el tepetate se convierten en los colores con los que pintan sus cuerpos.

Los danzantes se visten para llevar a cabo una misión. Por ejemplo, durante el Xantolo en las Huastecas, los huehues se convierten en los espíritus que reciben a las animas a la orilla del pueblo, los llevan por la iglesia y hasta el camposanto para encontrar su ofrenda o huir del diablo. El 2 de Noviembre los vuelven a invocar para despedir y encaminar a los muertos que van visitando el plano terrenal. Durante Semana Santa, el meco se dedica a sacar el diablo de las casas e incluso tiene el favor de curar a los enfermos.










Los rituales de la muerte

La muerte deambula entre nosotros y en el culto tradicional, este acontecimiento se celebra durante múltiples ceremonias y festividades en las que el arte popular surge como un componente simbólico y utilitario de fuerte carácter ritual y festivo. De acuerdo con la creencia popular e indígena, las almas regresan durante el Día de Muertos, En las casas se preparan ofrendas con flores, comida y alcohol, entre otros elementos y objetos afines que llenan de significado la visita de los difuntos.

En los cementerios, las comunidades se reúnen en fiestas públicas para limpiar las tumbas. rezar, compartir alimentos y escuchar música. Es así como el arte popular se expresa a través de los dulces, en ofrendas, calaveras y figurillas elaboradas con azúcar, con las que los vivos se agasajan y los muertos se deleitan.

Para los niños, la muerte se convierte en juguetes. Las tumbas miniatura, marionetas y procesiones, se destinan a las ofrendas de los menores fallecidos para que estos jueguen durante su visita a la tierra. Los juguetes también se realizan para divertir en vida. Es así, desde la infancia, que el mexicano se familiariza con la idea de la muerte.






El espejo de la vida

La pluralidad étnica y cultural de México permitió que la muerte se expresara también de manera artística en el arte popular. Para finales del siglo XIX, las calacas y esqueletos se popularizan como nuevas y valiosas expresiones plasticas, que rápidamente se convierten en parte de la imaginería popular colectiva. Las creaciones artesanales encuentran un tema y un mercado nuevo que les permitía explorar el concepto de la muerte desde una perspectiva decorativa y comercial.

Con la llegada de la Revolución, la muerte en México se vuelve símbolo de lucha, sacrificio y denuncia. Con el auge de las ilustraciones y grabados elaborados por  Manuel Manilla, José Guadalupe Posada y el Taller de Gráfica Popular, la muerte refleja la vida: baila, come, ríe y bebe. Primero en el contexto urbano y paulatinamente entre los artesanos rurales e indígenas, la muerte como tema y espejo de la existencia surge a la par del turismo y el coleccionismo. 











Espero y les gustara esta entrada, byebye.

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